lunes, 3 de enero de 2011

11

Éramos un mismo llanto,
queja de flores
que desciende entre las hojas.
Látigo diligente,
amanecer de otros mundos.
Aquella sidra a media tarde de enero.
Y el trueno,
fulgor blanco de luna,
punto negro en el claro
de la calle enquistado.
Anónimo remedio a nada,
rencor y abrazo desnudo.
Vuelo atroz, sosegado.
El aire entre los huesos,
las muertes que se añoran.

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